miércoles, 11 de mayo de 2011

Pesca y acuacultura.

Es necesario siempre partir de la premisa de que las especies que son objeto de pesca comercial constituyen elementos de la vida silvestre, que son aprovechados gracias a sus tasas naturales de regeneración. En este sentido tratar de incrementar la oferta de productos de la pesca de manera constante, resulta inviable y tarde o temprano encuentra límites infranqueables. Tales límites parecen haberse sobrepasado, en algunas pesquerías de nuestro país como es el caso, del abulón, la almeja catarina y otras especies de moluscos, la totoaba, cazones y tiburones de plataforma continental, calamares y pulpos en ciertas áreas, y, la sardina y la anchoveta (cuya escasez también está vinculada a fluctuaciones macroclimáticas).

A nivel global, diferentes organismos internacionales, entre ellos, la FAO han llegado a conclusiones dramáticas sobre el daño sustancial que ya se ha provocado a los ambientes marinos y a muchas economías que dependen en sus recursos naturales. Conclusiones similares han sido obtenidas por instancias de incuestionable prestigio como la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, destacándose una declinación drástica en muchas de las especies comerciales de peces, así como cambios en la composición y abundancia de la fauna y flora del mar, cuyos alcances ponen en peligro el funcionamiento de los ecosistemas costeros y marinos. Dichas conclusiones deben ser consideradas con toda seriedad por nuestro país.

Hoy queda suficientemente claro que, si bien son muchas las acciones humanas que ponen en peligro la productividad y diversidad de los ecosistemas marinos, la pesca descontrolada constituye la más importante. En cierto sentido, los problemas ambientales que enfrentan tales ecosistemas pueden considerarse tan preocupantes como los que deben salvar los ecosistemas terrestres. Información fidedigna señala que gran parte de las plataformas continentales ha sido severamente perturbadas por la pesca, principalmente la que utiliza redes de arrastre. En México debe preocuparnos la afectación que por estas razones han sufrido, por ejemplo, las plataformas continentales en el Banco de Campeche y el Mar de Cortés.

Las causas de estas presiones crecientes sobre la diversidad y productividad de los ecosistemas marinos pueden rastrearse siguiendo los importantes cambios tecnológicos difundidos durante los años 50’s y 60’s. Entre ellos destacan el uso de radares y sonares, dispositivos de navegación electrónica, posicionamiento vía satélite, aviones de detección, por un lado, y artes de pesca industrial de enorme capacidad de captura y de baja selectividad como palangres de enorme longitud, gigantescas redes arrastreras, agalleras de captura indiscriminada y de cerco por el otro. El incremento en la capacidad tecnológica, el número y alcance de las redes, la potencia y tamaño de nuevos motores, y nuevos dispositivos electrónicos, han incrementado el esfuerzo pesquero en niveles que, en el caso de muchas pesquerías, plantean problemas de sustentabilidad.

Puede decirse que en los últimos tiempos se ha observado una tendencia a extraer peces y elementos de la fauna marina a tasas superiores a las que las poblaciones naturales pueden reproducirse. En ocasiones el colapso en alguna pesquería provoca una sustitución hacia especies de menor valor comercial, cuya ubicación en la cadena trófica es de menor jerarquía, lo que equivale a eliminar el sustrato biológico para una gran cantidad de especies de peces, mamíferos y aves marinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario